Padre e hijo, Clemente y Jesús Arraiz, se muestran por primera vez juntos en Bilbao a través de ochenta y cuatro pinturas reunidas en Sala Ondare.
Sala Ondare acoge la nueva exposición temporal Clemente & Jesús Arraiz, la muestra comisariada por Ander López y Alicia Fernandez responsable de Sala Ondare podrá visitarse hasta el 29 de junio. Esta exposición es en homenaje y reconocimiento a dos pintores singulares: Clemente Arraiz Inchaurregui (1873-1952) y Jesús Arraiz Ibarra (1898-1980). Nacidos en Vitoria, padre e hijo, son poco conocidos y sus obras se exponen por primera vez de manera conjunta en Bilbao, con el propósito de contribuir al conocimiento del pasado artístico vasco.
Las pinturas seleccionadas para la muestra proceden de colecciones particulares e instituciones, como el Museo de Bellas Artes de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria.
El recorrido expositivo propone un diálogo fluido entre las obras de ambos artistas, permite al espectador conocer sus temas y cualidades, apreciar similitudes e influencias mutuas o incluso, apreciar las divergencias creativas.
Arranca la muestra con retratos familiares, creados en diferentes etapas de sus carreras y en los espacios íntimos donde vivían y creaban, como el salón de la casa de la calle Olaguibel donde residía la familia Arraiz Ibarra.
A continuación se reúnen paisajes con entornos marinos, naturales o urbanos, que evidencian, entre otras cosas, la influencia de Clemente sobre Jesús Arraiz y la fascinación mutua por el paisaje y la luz.
Clemente Arraiz, dotado de una personalidad viajera, continuó explorando el mundo tras su experiencia internacional y la apertura de su negocio de decoraciones. Ejemplo de ello son las obras realizadas durante sus viajes por la cornisa cantábrica, desde Biarritz hasta Ferrol.
En compañía de Fernando de Amárica, con quien mantuvo una gran amistad a lo largo de los años, Clemente pintó inicialmente el paisaje alavés, como se refleja en Río Zadorra a su paso por Trespuentes (1895). Posteriormente tras la contienda civil y durante las visitas que hizo a su hijo Felipe en Galicia, inspirado por el entorno natural de la ría de Vigo, realizó junto a Amárica obras como Castro del monte Santa Tegra (1945 c.).
Este apartado concluye con paisajes urbanos de Clemente y Jesús, que capturan la esencia y la atmósfera del día a día en la ciudad. Representan lugares de sociabilidad y ocio, y transmiten emociones y experiencias que cada artista asociaba a su propia existencia urbana.
Las flores y bodegones son géneros artísticos que trabajó con intensidad Clemente Arraiz y también interesaron a Jesús Arraiz. Estos géneros, ampliamente reconocidos en la historia del arte, les sirvieron para explorar la belleza estética de objetos y elementos naturales.
Las flores, floreros y bodegones ocupan un lugar muy importante en la obra de Clemente Arraiz, especialmente durante su último periodo de actividad. Estos temas están vinculados al contexto artístico local y al gusto de la época; más aún cuando, tras la Guerra Civil y junto a los retratos, se convirtieron en los géneros predominantes en la pintura producida en el País Vasco.
En las composiciones Clemente combina frutas autóctonas del País Vasco, como manzanas y membrillos, con utensilios de cocina y otros enseres domésticos. Concebidas en su estudio, destacan por su cuidada disposición, por el análisis de las sutilezas de la luz y las sombras y por el realismo de las imágenes que logran efectos visuales cautivadores.
Los temas florales, constituyen un aspecto fundamental de la producción de Clemente Arraiz, siendo prácticamente un género distintivo de su expresión artística. Estas representaciones de la naturaleza viva responden a un ritual casi diario. Cada mañana, según recuerda su nieta, visitaba a su florista de confianza en la calle General Álava, adquiriendo diferentes conjuntos florales como coloridos ramos de rosas, violetas, claveles, peonias, gladiolos o lirios que posteriormente inmortalizaba en lienzos y tablas.
La figura humana es el elemento central y protagonista de la obra de Jesús Arraiz y, a diferencia de su padre, representa un papel muy destacado en su producción. Tras cerrar su empresa y retirarse, Jesús Arraiz inició una fase de intensa actividad artística y en su domicilio de la calle Manuel Allende de Bilbao, hasta su fallecimiento en 1980, se dedicó por completo a la pintura sobre lienzo. Creó entonces numerosos cuadros de pequeño formato, que transmiten alegría en temas muy variados, escenas infantiles y grupos.
Clemente y Jesús Arraiz regentaron negocios de decoración de interiores en Vitoria y Bilbao, fueron referentes entre la élite social de la época y trabajaron para las empresas más importantes de su momento. A día de hoy la mayoría los trabajos realizados han desaparecido pero se trata, sin duda, de un aspecto fundamental para conocer de una manera integradora la producción artística de ambos pintores.
Se presentan aquí algunos bocetos realizados por Jesús Arraiz en ubicaciones desconocidas, junto a la creación más importante que se conserva: las pinturas murales del palacio de la familia Ajuria en Vitoria, actual Ajuria-Enea.
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